Y deseo que despiertes, en mitad de la noche...
Con la respiración levemente alterada, quizás en medio de un sueño en el que desnuda te entregabas a mis caricias, a mi sed, a mi hambre... Con el deseo de mi, encendido en tu piel...
Y deseo que me busques... Que tus pies te lleven descalza por la casa, sigilosa, silenciosa a la vez que alterada hasta que me encuentres, entre las sombras... En la penumbra de la sala, sobre ese sofá...
Y deseo sentirte llegar, por el pasillo... Mirarte y perderme en tu piel, en el contoneo de tus senos mientras andas, en tu mirada que me mira y me hace sentir deseado...
Y te deseo sobre mi piel, sentada, sostenida, desnuda, envuelta por mi... El peso de tu cuerpo, de tu danza, tus formas desnudas, expuestas entregadas... Tu lencería líquida de deseo... Y mis yemas en ti en tu piel...
Entregado a tu piel, a cada poro, a tus senos... Dejando que mis manos, mis yemas te paseen, te contengan, te recorran... Acaricien tus delicados pezones de ese modo que sé, te pierde... De ese modo que te he visto hacerlo... Dejando que se cuelen bajo tu lencería, sintiendo la suavidad de tu pubis rasurado, rodeando tu sexo antes de rozarlo, resbalarlo, antes de mojarme de ti, de perderme en ti, de ir juntando mis dedos y dejando que te hagan el amor... Que te llenen...
Y en medio de todo... Mi voz... Mi voz cálida y rasgada hecha susurro para ti, para hacerte deshacer en mi, sobre mi, entre mis yemas... Porque no imagino placer más inmenso, más intenso, que sentirte en mi entregada a sentir en mi... A sentir, ese placer lento, intenso y demoledor, que yo te deseo...
