Con la piel salada, tras un día de mar, de sol, de arena, de brisa... Un día en el que te he estado observando siguiendo, mirando, sonriendo aunque no me vieras... Un día en el que me has llevado, permitido ir tras de ti... Un día en el que las ganas, el deseo, la sed, el hambre se acumulan en mis yemas, en mis labios, en mi piel...
Atardece y te siento llegar, regresar... Siento tu aroma y tu piel traspasar esa puerta... El sol desciende en el horizonte y se cuela por los ventanales... Todo huele a mar, incluso tú, a pesar de ese aroma que compartimos... Me acerco hasta que mis yemas se posan en tu mejilla, en tu cuello, en tu piel... Me acerco para besarte, para olerte, para probarte... Para comprobar como tu piel, algo enrojecida por el sol, contiene la sal de ese mar que te dibuja caricias estos días... Me acerco para desnudarte, para dejar que ese vestido que cubre tu piel y tu bikini caiga, al suelo... Para liberar tus pies de esas sandalias... Para recorrer tu piel con mis yemas hasta tomar tu mano y guiarte... Hacerte acompañarme hasta esa estancia, ese dormitorio junto al atardecer, junto al mar, ese mar del que disfrutas...
Con la piel incendiada de atardecer, mi voz susurra a tu oído... "Te esperaba... Te deseaba... Te deseo... Sé, que luego el agua dulce resbalará tu piel, la limpiará, la limpiaré, pero ahora, así, salada, dibujada por el sol, no puedo evitar desear recorrerte, envolverte en esa líquida loción hidratante, en esa untuosa y transparente que conoces..."
No... No puedo evitar desear recorrerte con mis yemas, suaves, desnudas... Cada poro de ti... Tu cuello, tus hombros, tus brazos, tus muñecas, tus manos y cada uno de sus dedos, tus clavículas, tu escote y tus hermosos senos, sus delicados y ya erectos pezones, tu vientre, tu pubis depilado, tus caderas, tus muslos, tus rodillas, tus piernas y tus pies, entre sus dedos... Tu espalda, cada poro de ella deseo recorrer, tus nalgas... Todo ello disfrutando del placer de sentirte, de tocarte, de acariciarte, de recorrerte, de sentir como brotan los suspiros de entre tus labios... De dejarme invadir por ese aroma a deseo que desprendes... Por esa melodía que es tu voz y me pide, me guía, a susurros, a suspiros, a gestos...
Y así, frente al atardecer, a ese mar salado yo, me deseo invadido de ti, de tu piel, de tu aroma, de tu mar salado que me sabe a placer entre los labios... Me deseo invadido y te invado de mi... Lento, con sed, con hambre, con el deseo desbordado, sintiendo en mi rostro, en mi nariz, en mis labios, en mi lengua el sabor de tu deseo... Bebiendo con esa lentitud que deseo y en la que a ti, te deseo estremecida... Así... De este modo en el que tu piel resbala entre mis yemas, deseo tu sexo rosado, brillante, líquido, salado... Resbalando por mi boca, por mi lengua, por mi nariz... Inundando mi rostro de ti, desbordando los confines de mi piel y goteando sobre las sábanas... Así... Te deseo salada en mi hoy, esta tarde, estos días y sus tardes...
Con la piel salada...